El funeral de Monseñor causó muchos
disturbios y olas de terror en la plaza Libertad junto a la Catedral de
la capital salvadoreña. Miles de personas, entre gritos y llantos se
refugiaron en la Catedral, abarrotándola hasta sofocar, mientras la
comunidad ecuménica rezaban las oraciones de la buena muerte. Decenas de
fieles murieron de asfixia dentro de ella debido a la inmensa cantidad
de gente. Cientos fueron asesinados fuera de la Catedral por el gobierno
que trataba de impedir el funeral. Al final, tras enterrar el cuerpo
deprisa, quedaron en la plaza montañas de zapatos, bolsas, gafas
perdidas por los que huían aterrorizados en medio de decenas de
cadáveres chorreando de sangre. Dentro de la Catedral, una cripta
contiene los restos de Monseñor Romero con una placa en la cual se lee: "Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos". Juan: 15,13.
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