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lunes, 18 de marzo de 2013

2001 Entra en vigor la dolarizacion


La moneda salvadoreña circulaba en este país desde el primero de octubre de 1862.
Una de las novedades que surgió en la economía latinoamericana, ha sido el anuncio del proceso de dolarización de la economía salvadoreña.
Se trata de un conjunto de medidas dispuestas por el régimen del ex Presidente Francisco Flores que paulatinamente promoverían la substitución del Colón Salvadoreño por la divisa estadounidense. Bajo esta administración (1999-2004), con el respaldo del Congreso dominado por la derecha, El Salvador se dolarizó el 1 de enero de 2001, al entrar en vigencia la llamada Ley de Integración Monetaria (LIM), que fijó el tipo de cambio en 8.75 colones por un dólar.

La denominada Ley para la Estabilidad Monetaria Internacional (IMSA, en sus siglas inglesas), establece, nada más y nada menos, que los principios y las líneas de trabajo para la dolarización de todo el mundo. Comienza exponiendo las ventajas de adoptar el billete verde como moneda: estabilidad monetaria, reducción de la inflación y de las tasas de interés hasta los niveles de Estados Unidos, un mayor crecimiento económico que estimule los ahorros y las inversiones, disciplina fiscal, contribución al fortalecimiento del sistema financiero y menor volatilidad de las tasas de interés y la inflación.

El documento detalla las obligaciones que debe cumplir el país que se dolarice y las actuaciones y competencias de las autoridades monetarias de Estados Unidos ante esa situación. Reconoce igualmente que la dolarización ayudará a estabilizar e incrementar las exportaciones de Estados Unidos y que disminuirá los riesgos por tipo de cambio a los inversores norteamericanos cuando inviertan en esos países. También señala el proyecto que EE.UU. se ahorrará importantes sumas en la ayuda financiera a los países con problemas monetarios financieros y que se incrementarán las ganancias por señoreaje (rendimiento de las reservas) de los EE.UU.
En el mecanismo de aplicación de la ley, la fórmula propuesta aclara que los países no están obligados a dolarizarse, pero si lo hacen tienen que cumplir una serie de condiciones. Entre ellas, la apertura total del sistema financiero a los bancos extranjeros, el cese de emisión de moneda nacional y la destrucción de los materiales (placas y troqueles), usados para producir monedas. Deben eliminar el status de curso legal a la moneda nacional y otorgar el status de curso legal al dólar de Estados Unidos. Deben comprometerse con el Secretario del Tesoro norteamericano para determinar si el país es un buen candidato para la dolarización oficial y cooperar con los Estados Unidos respecto a la prevención del lavado y falsificación del dinero.

Con la dolarización, El Salvador se quedó sin política monetaria y el Banco Central de Reserva pasó a depender de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), a la que ahora le paga para que le imprima la moneda.
El Salvador, siguiendo el consejo del economista chileno Sebastián Edwards, plantea un plan de substitución de la moneda que requería una serie de reformas legales y económicas. Estas reformas incluían reformas al sector bancario, laboral y fiscal: para noviembre del 2000, el ex presidente Francisco Flores anuncia la decisión de dolarizar y para enero del 2001 empieza la gradual substitución del colón por el dólar estadounidense.
El proceso de dolarización salvadoreño venía dado con anticipación debido a la cantidad de transacciones que desde hace años venían realizando muchas empresas y comercios. Esos negocios operan en El Salvador, movidos por la significativa presencia de salvadoreños y salvadoreñas en Estados Unidos.

Desde sus primeros días la dolarización parece estar condenada a ser un catalizador de contradicciones. Días antes de finalizar el año 2000, la Fundación para el Estudio del Derecho (Fespad) presentó una demanda de inconstitucionalidad en contra de la Ley de Integración Monetaria debido a que fue aprobada con gran desconocimiento tanto de la población como de los legisladores.
El reto de la estabilidad monetaria del subcontinente pasa fundamentalmente por una moneda común. Una alternativa más favorable, aún a nivel latinoamericano, sería la creación de una moneda regional, algo así como un Peso Latinoamericano. Esta divisa si podría manejarse de manera más "ecuánime" a nivel del dólar. Pero esa creación incluye retos importantes especialmente en cuanto a sobrepasar los atrasados conceptos "nacionales" en una región que requiere de la integración. Si la simple dolarización fuera la respuesta es claro que Europa la hubiera realizado, sin las "complicaciones" de todo el Sistema Monetario Europeo, la coordinación macroeconómica regional y la creación del Euro.

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