A las 11 horas y 50 minutos del 10 de octubre de 1986, el
suelo de San Salvador comienza a moverse como resultado de
un terremoto grado 7.5 Richter (5,4 en magnitud de ondas de
cuerpo), con duración de 5 segundos y con epicentro
localizado en fallas situadas a 8 kilómetros bajo la
zona de Los Planes de Renderos, al sur de San
Salvador.
Como resultado, una poderosa onda en forma de ola recorre la capital entera. La devastación y mortandad se centran en los barrios de Santa Anita, San Jacinto, La Vega, San Esteban, El Carmen y Candelaria, al igual que en los Planes de Renderos &endash;donde el fenómeno llegó a alcanzar los 9,0 grados Richter-, Ciudad Delgado y Santa Clara.
Un deslizamiento de tierra blanca sepulta unas 200 casas y causa 100 muertos en la colonia Santa Marta, al sur de la ciudad capital. Pero no es el único derrumbe ocurrido a raíz de ese evento sísmico, que también provoca más deslizamientos menores en diversos puntos (barrancas, taludes de cerros, cortes para carreteras, etc.) de la ciudad capital y en las cercanías del Lago de Ilopango.
La destrucción también es evidente en edificios privados como el Gran Hotel San Salvador y los centros comerciales "Rubén Darío" y "Dueñas"; en locales ministeriales como los de Trabajo, Educación-Biblioteca Nacional y Agricultura y Ganadería; en centros educativos como el Colegio Guadalupano y la Escuela "Joaquín Rodezno", en hospitales como el de Niños "Banjamín Bloom" y en monumentos simbólicos, como la efigie del Salvador del Mundo, situado en el centro de la Plaza de las Américas.
Las cifras oficiales llegan a más de 1500 fallecidos, un centenar de desaparecidos, 10 mil heridos de diversas gravedades y otros 15 mil sin hogar y trabajo, al quedar dañados más de sesenta mil viviendas y tres mil negocios entre grandes, medianos y pequeños.
La ayuda internacional es inmediata. Brigadas de rescate de México y Brasil llegan para apoyar las labores de extracción de las víctimas del Darío y de otros edificios. En la ciudad, pronto escasean los alimentos, los mercados están cerrados y la banca estatizada no abre sus puertas para que los ahorrantes puedan tener acceso a sus recursos monetarios.
Desde el momento del temblor hasta el miércoles 26 de noviembre de 1986, los sismógrafos nacionales registran un total de 2508 sismos más, casi todos imperceptibles para la población. Sin embargo, aún el 22 de diciembre se continuaba el trabajo de vigilancia y registro de la actividad sísmica originada en las fallas generadoras del siniestro.
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